Las saludables precipitaciones del mes de Noviembre han propiciado una colorida otoñada. Los árboles caducifolios, presagiando la llegada del frío y las heladas, se han despedido hasta la añorada primavera con un vistoso alarido de color.
Al abrigo de los valles y consagrados a la humedad de los arroyos, robles, hayas, fresnos, arces y abedules se han desprendido de su follaje para afrontar desnudos las crueldades del invierno. Al pie de sus troncos, el suelo se ha vestido por unos días de una espesa capa de hojarasca, una alfombra colorida, una última algarada antes del silencio blanco.
ALBERTO MURO 